11 feb 2008

Mi Testimonio

Alrededor del año 1998, Dios comenzó a trabajar en mi vida de una manera muy distinta de lo que lo había hecho antes; dentro de mi había una necesidad insaciable de experimentar a Dios de una manera más profunda y personal; empecé a buscarle más y más, Él se manifestó a mi vida de una manera maravillosa, y en su bondad para mi, yo podía escucharle hablándome; también la experiencia al leer su Palabra era nueva; siempre había creído en ella y procuraba llevarla a la practica en mi vida diaria, pero ahora era algo que iba más allá de esto.

Con esta nueva relación con Dios también comenzó la necesidad de compartir su Palabra y la de enseñar a otros, yo era maestra de los niños en la iglesia donde asistía, y estaba dispuesta a ayudar en lo que me pidieran.

Ese mismo tiempo, llegó a la iglesia la rondalla del Instituto Bíblico Nacional, como parte de su gira por el norte del país, al ver yo a esos jóvenes que estaban dispuestos a prepararse para el servicio del Señor me conmovía en mi corazón, y le pedía a Dios que mis hijos sintieran el mismo amor por Él y que me permitiera verlos así como aquellos jóvenes entregados al ministerio y sirviéndole. Mis hijos para ese tiempo tendrían, el mayor 4 años y el menor casi 2 años. Pero lo que el Señor estaba haciendo en realidad era prepararme para hacerme ese llamado a mi personalmente; ya que después de no mucho tiempo nos volvió a visitar el mismo Instituto, y ahí fue donde Dios me llamo para su ministerio ese llamado era un poco desigual, ya que mi esposo en ese tiempo no estaba constante en el camino de Dios, él se había alejado y no asistía ni siquiera fielmente a las reuniones.

Después de un tiempo el Instituto Bíblico volvió a la iglesia; en esta ocasión venia acompañándolos un maestro que años atrás había sido mi pastor en la ciudad de Monclava Coahuila, (para este tiempo teníamos 4 años radicando en Monterrey) y le platique mi necesidad de servir a Dios de tiempo completo y que sentía que Dios me llamaba a ir al Instituto, pero que había un gran inconveniente, mi esposo estaba lejos de sentir ese llamado, ya que yo lo veía muy ocupado en su trabajo y preocupado por tener grandes ingresos. A lo que el Pastor me respondió “Tú ora por él y si el llamado es de Dios Él hará que también él lo sienta.” Yo sinceramente no ore para que Dios llamará a mi esposo al ministerio y que sintiera lo mismo que yo, porque para mí era imposible ver eso, mi esposo nunca cambiaría su trabajo por servir a Dios y menos creía que estaría dispuesto a vivir dependiendo de Dios como lo viven los pastores.

Después de un tiempo de orar y pedir oración por mi esposo para que restaurara su comunión con Dios, así sucedió, y empezó a asistir a las reuniones y a tener nuevamente una relación con Dios y comunión con los hermanos.

Pasaron los años y Dios comenzó nuevamente a trabajar en nuestra vida, pero ahora como matrimonio, experimentamos cosas que en ese tiempo no sabíamos por qué estaban sucediendo, pero aprendimos a descansar en el Señor, sobre todo mi esposo; aprendimos que Él era nuestra provisión y que su Soberanía estaba actuando en nosotros.

Pasaron unos años y a mi ya se me había olvidado aquel llamado que Dios me había hecho, en el sentido de que ya había pasado y que no era para mi tiempo presente; pero Dios no se le olvidó ni lo tuvo por cosa del pasado y lo hizo relevante al presente; mi esposo comenzó ahora a sentir el llamado de Dios para el ministerio,(también a él el Señor lo había llamado mucho tiempo antes en su adolescencia, cuando no nos conocíamos aún), y me empezó a compartirme su necesidad de servir de tiempo completo en la obra del Señor, pero ahora era yo quien me sentía bien con nuestra vida con mi trabajo, no quería dejarlo para ir a un Instituto Bíblico, así que le dije que yo no creía que deberíamos considerarlo.

El Señor no dejaba de hablarle a mi esposo y mi esposo no dejaba decirme a mí que Dios lo llamaba al ministerio; después de un tiempo empecé a considerar lo que años atrás había sucedido en mi vida y le propuse a mi esposo que oráramos al respecto, yo en realidad ya no quería entrar a la obra de tiempo completo, consideraba que ya estábamos bien y sobre todo quería disfrutar la casa que el Señor nos había concedido para entonces, teníamos meses de haberla adquirido y se me hacia muy difícil dejarla.

Pero el llamado del Señor en irrevocable, ya que hizo que nuevamente naciera en mí esa necesidad de ayudar a las almas perdidas y la necesidad de ministrar a los hermanos en sus necesidades. Y después de un tiempo de oración y preparación decidimos de mutuo acuerdo mi esposo y yo obedecer y atender al Señor en su llamado, oramos por nuestros hijos que para ese tiempo ya contaban con 10 y 7 años respectivamente, para que el Señor preparara sus corazones y lo tomaran de buena manera y que no fuera incomodo para ellos, ya que tenían sus amigos y compañeros de escuela; como algo inexplicable ellos estuvieron entusiasmados con la idea y así en agosto del año 2005 ingresamos al Instituto Bíblico Nacional como estudiantes internos.

A través de los dos años y medio que llevo en la Institución me han sucedido cosas agradables y otras no tan agradables, le he dicho a mi esposo que cuando Dios nos llamo a venir acá se olvidó de decirnos ciertos detalles por los que íbamos a pasar; no nos especificó nada. Solo nos dio la seguridad de que iba a estar en el control de todo y nos dio fe y convicción.
Estoy segura y convencida que todo es parte de su plan, ya que la preparación que obtenemos al estar aquí no es sólo conocimiento académico, sino también la experiencia del diario vivir y la experiencia con los hermanos en los campos de trabajo; Dios nos esta anticipando que es de gran vitalidad que estemos fuertes espiritualmente.

También he tenido luchas fuertes ya que ha habido dos ocasiones en las que he sentido ganas de dejar la escuela y volver a mí casa, a mi gente y servir en la iglesia con un compromiso mayor que antes, pero al recordar el por que el Señor nos trajo aquí, me da las fuerzas que necesito para seguir adelante, también las oraciones de los hermanos que es aunque están lejos nos sostienen y no nos olvidan. Gracias a Dios, esas luchas han quedado atrás y como nos dijo el Hno. Carlos Luna “para tras ni para agarrar vuelo.” Seguimos adelante hasta el final.

No cambiaría el estar aquí por nada, lo que aquí vivimos los estudiantes es insólito, solo puede pasar aquí, doy gracias a Dios porque me ha rodeado de gente que me apoya y me muestra su cariño, gracias por mis amigos en este lugar.

No hay comentarios.: